A
finales del año pasado, me contaron que el gobierno estaba estudiando unas
mejoras en las condiciones de las personas que habían perdido a su marido por
fallecimiento y que tenían hijos a su cargo y con pocos recursos
económicos. Pensé, ¡qué bien me va a venir!,
pues después de veintisiete años de viuda, por fin iba a poder vivir sin tanto
desasosiego (eso sí, tengo que decir que me he convertido en una experta en
reciclaje, albañilería, fontanería y tapicería; de una cosa vieja, saco algo
nuevo y provechoso).
Con
frecuencia pienso en el mal empleo de las leyes y de los recursos de todos,
pues no solo perdemos a alguien importante en nuestra vida, sino que lograr una
mísera beca para que nuestros hijos finalicen sus estudios, te obliga a vencer
un auténtico maratón de obstáculos, de súplicas, ruegos y humillaciones. Creo que al gobierno le hubiera gustado que,
junto a mi marido, se hubiera quemado en la pila funeraria al resto de la
familia, como hacían antiguamente en la Indía.
Como
dije al principio, estaba expectante con la esperanza y la alegría de que
cumplidas las promesas del gobierno, todo iría mejor.
Llegó
finalmente el boletín informativo de primeros de año, comprobando decepcionada
que, no sólo no habían aumentado algo razonable, sino que no alcanzaría ni para
pagar el euro por receta.
Una
vez más el gobierno hacía demagogia con los más desamparados y menos culpables.
No puedo más que suscribir cada una de tus palabras. ¡A cuántas decepciones nos llevan tantos cuentos chinos! ¡Cuánta razón tienes!
ResponderEliminarLa verdad amiga Juani , yo también me he sentido decepcionada muchas veces por tantas falsas promesas , mejor no ofrecer si es que no van a cumplir. Alicia.
ResponderEliminarContundente y real tu relato como la vida misma, te felicito Juani.
ResponderEliminar!la cruel relidad de estos tiempos que vivimos!
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