Rosa Alegría
vivía en un castillo. Una tarde,
mientras preparaba una salsa de pistacho, reconoció un sonido muy agradable que
hacía mucho tiempo que no oía. Un
pequeño pajarito azul había entrado volando por la ventana. Sorprendida, le preguntó si había venido a
cantar con ella.
Rosa Alegría
empezó a cantar y muy pronto se unieron a ella una bandada de pajarillos
mientras el dulce sonido de sus cantos se extendió por toda la cocina y Rosa,
más alegre y contenta que nunca, no paraba de reír.
No hay risa más auténtica y dichosa que aquella que nace de las cosas sencillas aunque hermosas; el canto de los pájaros puede ser, muy bien, una de ellas. Sencillo y dulce relato, Carmen.
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