Un predicador
muy afamado, de esos que predican en grandes auditorios y a través de programas
televisivos de máxima audiencia, con grandes masas de seguidores, era alabado
por multitudes de todos los rincones del territorio; todos con gran fe, sobre
todo de…¡muy buena fe!. Él aconsejaba a
sus feligreses, muy vehementemente, que practicaran las grandes virtudes,
especialmente la caridad y la generosidad con el prójimo, el desapego de los
bienes materiales, convenciéndoles de que eso les llevaría a una vida más rica
y placentera y que, a los ojos de Dios, los llevaría directo al cielo… ¡No se
lo crean!
Poseía un gran
control sobre sus feligreses, dada su excelente oratoria y poder de
convicción. Le solían obsequiar con lo
mejor de sus cosechas, pertenencias y generosos donativos. Él los aceptaba,
asegurando que serían bien repartidos…¡No se lo crean!
Acostumbraba
hacer largos viajes a un lugar por nadie conocido donde tenía una lujosa
mansión, coches último modelo y disfrutaba de fiestas entre sus amistades,
todas de la más alta burguesía de una isla paradisíaca del Caribe. ¡Todo lo contrario de lo que predicaba!
¡No se lo
crean!
Detrás de un título como ese, ya nos esperábamos un mentiroso compulsivo, pero el personaje que nos has dibujado supera todas las expectativas, aunque si como dicen, la realidad supera la ficción, alguno de ellos habrá suelto por ahí, sin duda
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