Hace poco, me decidí a contestar uno de esos
cuestionarios que aparecen en las revistas, a través de los cuales, una puede
averiguar cuán romántico es su matrimonio.
¿Cuándo
ha sido la última vez que su esposo le regaló flores?
Me devané los sesos tratando de recordar y
nada. No lo ha hecho quizá, desde que
nació nuestra hija, que ya tiene cinco años.
NEGATIVO.
¿Qué? ¿Los dos en la bañera? ¿Yo? ¿La hermana de la
misericordia? NEGATIVO.
¿Él? ¿Un poema? Estando él de viaje, le supliqué que
al menos me enviara una tarjeta, una postal para así saber si estaba vivo. Poco después, recibí una si, pero con este
mensaje: “Estoy vivo”. No, no escribe
poemas de amor. NEGATIVO
Imagínese
a su marido en una escena romántica.
Como a estas alturas del cuestionario, mi matrimonio
me estaba pareciendo estar en aprietos, sólo me vino a la mente el día que
nuestra hija enfermó del estómago. Esa
tarde, se resignó a quedarse en casa cuidándola porque yo tenía que salir. A mi regreso, lo veo, cuan largo es, acostado
en la cama de nuestra hija, durmiendo como un lirón. ¿La niña? Pues correteando por toda la casa,
a pesar de tener fiebre. Es una imagen
que aprecio, pero ¿fue eso romántico? No lo creo.
Después de diez años de matrimonio, tengo que
reconocer que él no es el tipo que regala flores, ni yo soy la mujer que espera
a su marido en una bañera llena de espuma color rosa.
Me encantó, por divertido, ingenioso y ácidamente jugoso. Bravo, Águeda.
ResponderEliminarAy Agueda . me has hecho reír cantidad. Alicia
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