Ella se miraba en el pañuelo, retocando el sutil rubor de su
cara. Peinando la puntilla de encaje, la
chica pensaba y acicalaba sus bellos
ojos rasgados y oscuros, como una pluma al viento, mientras que, con el espejo,
se enjugaba las lágrimas, aquellas que corrían hacia el suelo.
Se miró de nuevo en el pañuelo y, aún así, pensó:
-¡Es un bello recuerdo!.
Micro impregnado de sutiles y hermosas imágenes poéticas.
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