Siempre me
han gustado las cosas bellas, los paisajes, las flores, un maravilloso libro,
unos versos inspirados y…¿a quién no?.
Pero, a los 17 años. tener un vecino muy guapo y tropezarme con él todos
los días, era algo alucinante. Cada vez
que lo veía, no podía evitar abrir los ojos como platos y tener una sonrisa
tonta en los labios. Él, por supuesto, se
daba cuenta de mi admiración y me imagino que se sentía muy halagado.
Un día se me
acercó y me invitó al cine. Te esperaré
el domingo a las seis de la tarde en la heladería de la esquina, me dijo. Yo me quedé tan impactada que no podía creer
que se refería a mí. Pero pasados unos
momentos, se encendieron las alarmas en mi cabeza y me acordé haber oído decir
a mi prima que este chico la había invitado también a ella, y luego a la chica
del número 13, y luego a la de la planta baja.
Vaya, se comporta como un pavo real, pensé, ¿y ahora me toca a mí?.
Con cierta
pena, dejé pasar las 6 de la tarde del domingo y le di plantón al guapo de la
comunidad. Demás está decir que nunca
más me saludó y yo llegué a preguntarme en aquellos días, si había hecho bien o mal
dejando pasar aquella tentación.
Años más
tarde, supe que nuestro galán se había casado y divorciado tres veces y sabría
Dios cuántos hijos habría dejado regados por ahí.
Así que la
moraleja de esta historia no puede ser otra que aquella que dice que:
Una retirada a tiempo
vale más que una victoria
No sé si son reales o no tus historias, aunque tampoco importa demasiado porque están contadas de tal manera que el lector las vive como reales y las disfruta como tales. Bravo.
ResponderEliminar¡¡Guauuuuuuuuu eso si que es un galán Alicia¡¡. Isabel tiene un acierto para las fotos, las felicito a las dos, besitos Lilia.
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