Lo pensaba
una y otra vez, mientras se ponía los patines de cuatro ruedas para bajar por
la Cuesta Piedra, esquivando coches, motos, guagua, personas, semáforos, hasta
llegar a la Plaza de España.
-Sí puedo,
sí puedo –repetía sin descanso Ángel.
Al llegar al
comienzo de su aventura y ver la fuerte inclinación de la calzada, le entró
pánico. Tenía sudores fríos por el miedo
a sufrir un accidente.
-¿Y si mi
caigo? ¿Y si me doy contra un coche? ¿y si…?, pero… sí puedo, sí puedo llegar a
mi destino –pensaba.
Así que sacó
fuerza de voluntad para comenzar a patinar.
Con los ojos bien abiertos, una fuerte tensión le recorrió todo el
cuerpo.
Finalmente,
llegó a la Plaza de España sano y salvo y con una amplia sonrisa en su rostro,
dijo:
-¿Ves? ¡Al
final sí pude llegar a mi destino!
El que la persigue la consigue. El miedo parecía atenazarle pero, lo venció y de ese modo pudo lograr lo que pretendía. Eso nos ocurre muchas veces a todos. No hay mejor manera de vencer el miedo que enfrentándolo, ¿verdad, Eva?
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