Tan feliz estaba yo que casi no me di cuenta de que
mis pies habían despegado del suelo. Como si de un chiste se tratara, de mi boca comenzaron a salir unas
estruendosas carcajadas que me dejaban sin aliento, por momentos. Al cabo de un rato de extraña felicidad,
quise ajustar mi vestido, pero fue ahí cuando me di cuenta de que esa sensación
de estar volando, no era un sueño; mi paraguas cargaba con mi peso y, mis
alentadoras ganas de llegar al que fuera mi destino, aumentaban en relación al
tiempo que pasaba allí arriba. Y es que…
¿quién me iba a decir a mí que yo sería esa tal Mery Poppins?
Buen microrrelato. Manejas muy bien este género y me encanta descubrir de qué manera resuelves cada propuesta semanal en el taller. Bravo!
ResponderEliminarQuiero saber el truco para yo también volar como Mery Poppins. Tiene que ser genial.
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