Once líneas eran las que surcaban su
cara, once que le cruzaban ¡arriba, abajo, derecha, izquierda!, como un mapa
envejecido, apergaminado por el tiempo, cuyo trazado hablaba de su pasado, de
aquel vivir sin vivir, intenso. Cada
línea era una expresión de sus pensamientos, de aquellas emociones que se
graban a fuego, de lo que se quiere ocultar y lo revela el tiempo. Una línea nueva cruzaba el entrecejo,
delatando, a su paso, un carácter intenso.
Quizá mañana, pensó, pueda empezar de nuevo. ¡Demasiado tarde, amigo,
para empezar hay que borrar primero!.
Genial primera entrada al Taller y al Blog. Me han encantado estas once líneas, a través de las cuales, has retratado con un excelente uso del lenguaje, un rostro tatuado por el devenir de la vida. El cierre del microrrelato es magnífico.
ResponderEliminarme ha encantado la forma de retratar el paso de los años y de la experiencia. El final del relato estupendo
ResponderEliminarBienvenida al taller María. Me fascinó tu relato, tus once líneas revela el paso del tiempo, y mucho mucho éxito para ti. un beso.
ResponderEliminar