Por fin, al finalizar la primavera, nos
mudamos con toda la ilusión del mundo. Era
un barrio tranquilo, luminoso, de agradable vegetación; me sentía pletórica.
A los pocos días, recibí la visita de una joven
encantadora, era nuestra vecina. Se presentó
con una cesta llena de mangos y un ramo de orquídeas; todo de su jardín. Yo quedé tan agradecida que ese recuerdo
nunca me ha abandonado. Me informó de
las novedades del barrio, de sus actividades como maestra y de algo que la
tenía en las nubes: ¡estaba embarazada!.
Toda entusiasmada, me explicó: mi
marido, Alberto, está tan feliz como yo, lo malo es que no acabamos de
decidirnos con el nombre del niño, porque estoy segura que será varón.
Cuando conocí a su marido, me encontré con
una persona distante, en nada parecido a mi cálida y alegre vecinita.
Pasaron los meses y un día, mi prima me
invitó a un Centro Comercial nuevo cerca de su casa. Acordamos ir al cine. En la fila, vi una de esas parejas que no
dejan de manosearse y cuando me fijé mejor, pude darme cuenta de que era el
vecino Alberto con una chica bastante llamativa y no por su elegancia. Ya no quise ver la película, hubiera estado
demasiado incómoda, así es que pretextando un repentino dolor de cabeza, regresé
a mi casa. Estaba abriendo la puerta,
cuando mi vecina se acercó. Venía
agitada, con los ojos brillantes, se notaba alterada. Amiga, qué noticia le tengo, murmuró. ¿¿Sí??, pregunté sin saber qué cara
poner. Vengo de mi consulta con el
ginecólogo y ahora sí tengo claro el nombre del bebé: se llamará Jesús Alberto, pues nacerá en
plena Navidad.
Historia tan bien contada que produce ese cúmulo de sensaciones que deja adentrarse en los agridulces de un relato de tintes tan reales, como este que nos regalas, Alicia.
ResponderEliminarMuy bueno Alicia. me ha encantado, que habilidad tienes para plasmar emociones, es un honor y alegría compartir pagina contigo.
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