Es increíble que estemos en invierno y
no caiga una gota de agua, decía un cliente a otro, mientras esperaban su
turno.
Esto es culpa de que la pinocha de
nuestros montes, llevan años recogiéndola y a hurtadillas se la llevan en
camiones cargados hasta los topes con dirección al muelle, para embarcarla con
destino a Marruecos. Nos están robando la humedad, dijo el cliente de más edad.
El otro, el más joven, descreído le
contestó ”puede que mañana llueva”. Y terminó la conversación sin apenas
discutir.
Buscamos explicación para aquello que nos produce desazón, miedo, intriga; unos la encuentran en la culpa ajena, otros en la esperanza de que mañana llueva
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