Supongo que en algún momento donde hubo
vida y agónicamente hoy no, es un desierto. Espiritualmente el amor también puede tornarse
agónico desierto lleno de brechas y hondas marcas donde en un momento corrían
ríos de esperanzas, alegrías, ilusiones, sueños y torrentes de pasión.
Quizás el tiempo es el que erosiona el
corazón. La lluvia de lágrimas, vientos de disensión, sol de rabias, también en
el amor existen agentes erosivos que corroen, desgastan y transforman lo que
una vez fue aquel paraíso, aquel edén fresco, vivo, colorido e ilusamente
eterno.
Tal vez luchar contra el tiempo es
imposible. Al igual que tratar de vencer el desengaño de ya no más… pero ¿cómo?
¿Cuáles son las palabras justas? ¿Cuál es el porte necesario? Para adelantar y
no retroceder…¿es que el desierto es tan grande que uno no puede salir, que las
brújulas no marquen el camino; ¿por qué el hombre es tan errante?.
Existirá tal vez un oasis que refresque
las decisiones justas, que armen el coraje necesario para enfrentar la odisea
que paso a paso se hace inevitable.
Muchas veces uno no decide las cosas,
sino que es al revés; simplemente uno se vuelve espectador y no actor, quizás
el esperar sea el móvil que libere esta situación, quizás sólo quizás…puede que
mañana llueva.
En este desierto del que nos hablas, me dejo llevar por tus palabras cargadas de poesía, cargadas de preguntas sin respuesta y abiertas finalmente a la esperanza: puede que mañana llueva y todo cambie.
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