Objetos que duermen, que callan
historias perdidas en el tiempo…, hasta que llega el día en que deciden
despertar y, con toda su fuerza, gritan al viento sus vivencias al que esté
dispuesto a escucharlos.
Y eso fue lo que le ocurrió a Carla
en su tan anhelado viaje a aquellas tierras lejanas, en su visita al gran museo. Inmediatamente,
al entrar en él, su grandeza le impresionó, sin embargo, no sospechaba que lo
más extraordinario estaba aún por acontecerle.
Accedió a una sala acristalada repleta de miles
de objetos antiguos,
objetos dormidos por miles y miles de años. Al
acercarse para contemplarlos, todos comenzaron a hablarle al unísono; ella escuchaba
sus voces en su cabeza, le susurraban historias y, aunque tan sólo eran susurros,
los podía oír claramente, incluso en medio de un torbellino de gente hablando y
riendo.
No está segura de cuánto tiempo pasó
en aquel lugar, percibiendo relatos de vida, amor, dolor…, muerte, pero al
salir de allí lo hizo impregnada de ellos.
¿Volverían a dormirse mil años más?,
se preguntaba. ¡Quién sabe!; tal vez despertarían nuevamente para relatarle a otro
tantos testimonios emocionantes como los que ella había percibido de aquellos
seres inanimados.
Lo que Carla sabía, sin lugar a dudas,
era que a ella la habían marcado para el resto de su vida.
*Título tomado prestado de versos de José Hierro
Inspirador resultó tu relato, así que la poeta que hay en mí, te comentará en verso, solo por esta vez, disculpa.
ResponderEliminarLos objetos duermen,
los objetos hablan,
nos persiguen o nos acompañan,
y algunos marcan
por las historias que guardan
Un abrazo cómplice…
Gracias Isabel. Al contrario, me encanta que me hayas comentado así. Otro abrazo complice para ti también. Por cierto, me encanta la foto que pusiste.☺
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