Ensimismado en sus pensamientos, no había reparado en su
compañero de asiento hasta que el tren aumentó la velocidad. Le observó detenidamente: rostro aguileño, frente lisa, nariz corva,
barba de plata, grandes bigotes y…manco.
No se pudo resistir y, con voz temblorosa se dirigió al “desconocido” conocido.
-Don Miguel, ¿es usted?
-Sí, me llamo Miguel, ¿le conozco?
-Mi nombre es Eleuterio. Usted es mi ídolo. Mi modelo de vida, ¿sabe usted que hemos
tenido vidas paralelas?
Don Miguel no daba crédito a lo que estaba oyendo y
no pudo evitar que se le viniera a la cabeza su personaje más loco y famoso en
la historia de la literatura.
-¡Otro loco!, pensó para sus adentros.
Eleuterio siguió hablando y hablando
-…Mire, los dos hemos estado en la cárcel; aunque yo
sí logré escapar y varias veces. Somos
escritores y empezamos las obras que nos han dado fama en la prisión. Nos han dedicado películas, canciones, obras
de teatro…
Don Miguel lo
mira sorprendido y exclama:
-¡Ahora caigo! ¡Te he reconocido! ¡Tú fuiste quien me robó las gallinas!
¡Qué bueno! Una de tus genialidades, Ana. Me encanta este encuentro de personajes de vidas paralelas. El final: ¡exquisito!. Bravo y bravo
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