Caminando por el jardín de la imaginación un día cualquiera, los vi.
Me acerqué
para comprobar que realmente se trataba de ellos. Allí estaban, sentados en un
banco del parque: Mahatma Gandhi, -con su tan conocida túnica blanca-, conversaba con aquel personaje
vestido con riguroso uniforme militar que reconocí inmediatamente, era Idi
Amin. Sin ser vista, me acerqué un poco más para poder escuchar lo que
hablaban.
Debatían en
tono pausado, cosa que no me sorprendió en Gandhi, -todos conocemos su carácter afable y bondadoso-, mas sí en Idi Amin, ya que nunca se ha
distinguido precisamente por su jovialidad y cortesía.
Gandhi le planteaba la grandeza de la fraternidad entre los seres humanos. En un
momento de la charla, sostenía que el
amor al prójimo siempre debe ser lo primordial para cualquier ser humano. El
respeto se gana con amor, no con violencia, le repetía mirándolo fijamente y, en
un tono de ¡ya me estás cansando!, el dictador sólo atinó a responderle que a él le había dado mejor resultado actuar con
mano dura con su pueblo, que eso de la bondad, el amor y todas esas chorradas
era para blandengues.
En esa
discusión pasaron un buen rato, Gandhi argumentando, sin darse por vencido, las
ventajas de tratar con bondad y empatía a nuestros semejantes, y Amin
refutándole, cada vez con mayor exasperación, y una vez tras otra, todo razonamiento
expuesto por él.
Cansado de
tanta hostilidad y, viendo que no conseguiría hacer cambiar la opinión de su
interlocutor, Gandhi, con la misma afabilidad que había utilizado en el
transcurso de toda la conversación concluye:
-
Todos cosechamos lo que sembramos, y tú ya sabes lo que
te espera en tu recolecta y repartición, sólo en ti está cambiarlo.
Entonces se
levantó, con la serenidad que siempre le
caracterizó, y con paso lento, lo vi alejarse.
Yo también me
fui; otro día regresaría a visitar ese fantástico jardín; aquel lugar donde
todo puede hacerse realidad, incluso, maravillarse con la presencia de seres que, para bien o
para mal, han dejado huella en la humanidad.
Interesante y provechosa pareja: el bien contra el mal; la razón y la sinrazón cara a cara en un encuentro del que todos esperamos que salgan victoriosas la paz y la concordia.
ResponderEliminar