Una tarde, Juanita había quedado con su
amiga Rosario que venía a buscarla para recoger un vestido en la modista. Al ver que no llegaba, la llamó y su amiga le
contestó el teléfono llorando.
–Ay,
Juanita! No te puedo llevar porque ya no tengo coche. Te diré que anoche el loco de mi hijo me lo
llevó y lo chocó. Lo dejó inservible. Yo
que estaba tan contenta con él porque después de tanto sacrificio, había
logrado comprarme un coche y fíjate. A
veces hasta me quedaba sin cenar para ahorrar y comiendo todos los días huevos
fritos y pasta y zas!, en un momento me quedé sin coche.
–Bueno,
Rosario, pero a tu hijo ¿no le pasó nada?
–¡Qué
va! ¡Ni un rasguño se hizo!. Yo con mi rabia, hasta el carnet de conducir rompí…
Pero te cuento que ya mi marido lo llevó a un taller y le dijeron que se lo
arreglaban, así es que otra vez a ahorrar porque la reparación sale cara. Lo único es que ahora, en vez de verde, me lo
pintan negro, pero eso sí, te digo que mi hijo no vuelve a tocar el coche ¡¡aunque
lo pinte de blanco!!
Lo que en su momento resultó ser una experiencia desagradable, hoy se ha convertido en una bonita anécdota; material narrativo para un buen relato que añadir a tu cosecha, Maruca
ResponderEliminar