Éramos
dos niñas de trece y quince años.
Nuestros padres y hermanos se habían ido a Venezuela. Solas en Santa Cruz habíamos cambiado de
escuela y, en breve, tenían el proyecto de dejarnos internas en el Hogar
Escuela, un colegio de monjas. Yo me
sentía sola y triste y, un día, le dije a mi hermana algo que nos cambió la
vida para siempre.
–Si
quieres, te metes interna tú; yo me voy para Venezuela con nuestra familia.
Bien
o mal, eso hizo que nos embarcáramos el 8 de diciembre de 1964, rumbo a nuestro
destino.
Breve pero contundente fragmento de tu futuro libro de memorias. Espero que algún día te animes a escribirlo, Esther. Lo leería, sin el menor asomo de dudas.
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