Las costumbres son leyes, decía Rosa,
la mamá de Juanito. Todos los días al
acostarse, hay que leerle un cuento. Él
se prepara, coge su osito preferido y se va a la cama a esperar a su mamá para
que le lea sus cuentos predilectos. A
veces se le cierran los ojos y se va quedando dormido. Su madre le dice que los abra y que escuche
el cuento porque por la mañana no se lo va a repetir, ya que muchas veces insistía
en que no lo había hecho y había que leérselo de nuevo.
Juanito tenía su lista de favoritos.
Léeme La Orquesta de los pajaritos, mamá, decía, aunque el señor cuervo no me
gusta, no ayuda a su amiga la ardillita que tiene la patita rota, o el cuento
de Simón El Lagartito, pero no quiero a el Gato Garras porque quiere comer a
Rosita La Lisa y a Rubén El Perenquén; siempre los persigue cuando salen de sus
escondites para coger sol. El Garras es
muy malo, mamá. También me gusta el de
la Abuela Majareta y el Ratoncito Tuno, pero no quiere que se ahogue cuando se
lo lleva al río…
Y así todas las noches, hasta que
cuando termina de oír el cuento, le pregunta a su mamá si ya puede cerrar sus
ojitos. Sí, ahora sí, le contesta su
mamá, dándole un beso. Bendición, mami,
hasta mañana, dice Juanito y…¡a dormir!
¡Hermoso territorio el de la infancia! ¡Cuánta ternura!. Tal vez Juanito, algún día, escriba sus propios cuentos. Se le ven maneras de futuro escritor porque quiere hacer suyas las historias y cambiarlas de acuerdo a su gusto. ¡Muy bien!
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