Después de ocho días navegando, llegué al país donde me
esperaban mis padres. Tenía trece años y
era la primera vez que salía de mi pequeño pueblo. El cambio fue abismal.
Estaba en el jardín de la casa por la noche y miré hacia lo
que a mí me parecía era el cielo. Sin
embargo, aquellas luces que observaba en lo alto no eran estrellas y por más
que miraba no lograba explicarme qué eran.
Cuando pregunté, me indicaron que era un hotel, así sin más, sin añadir
más detalles. ¿Cómo iba a ser un hotel colgado del cielo?, me quedé así con mis
pensamientos y llena de dudas, me fui a dormir.
Al día siguiente, volví la vista hacia el mismo lugar. A la luz del día, pude observar la enorme montaña
que rodeaba la ciudad de Caracas; era el cerro del Ávila. Al comprender de qué se trataba, me reí de mi
misma, por haber sido tan inocente. Comenzaba mi viaje a otra realidad.
Viaje iniciático y como tal, impregnado de vivencias extraordinarias. Me ha gustado este fragmento de tus memorias. El viaje es un buen título para ellas, a mi parecer.
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