Siempre he querido mucho a mi amiga
Regina, nos conocemos desde muy niñas y estamos estudiando juntas.
-Amiga –le dije este fin de semana – ven a mi casa y repasaremos en paz pues estaremos
solas, acuérdate que el lunes es nuestro
examen final.
-Ay, cuanto lo siento –me contestó
–pero Ricardo me ha invitado a pasar
esos días con él en la playa.
-Pero… como? si debes prepararte a conciencia!
-Oh amiga, es que él me ha dicho que
tiene el examen que presentó su prima hace dos años y seguramente será el mismo
que nos tocará a nosotras, lástima que no lo puedo compartir contigo.
Pues vaya –pensé yo -como se atravesó
un chico, ya la amistad no es la misma.
Bueno, estudié sola y el lunes amanecí
de color verde de la angustia y Regina con un color precioso adquirido en la
playa.
Al final del examen nos encontramos y
los colores eran diferentes; yo estaba feliz y sonrosada pues creía haber
salido bastante bien, pero Regina estaba de un color verde que me impresionó.
Me miró muy triste y me explicó:
-Sabes amiga, te diré algo que dicen
los filósofos:
-Si? Le contesté y que será?
-Cuando creí saberme todas las
respuestas, me cambiaron las preguntas!
-Así que tú pasarás el curso y yo… a
volver a empezar!
Es lo que suele pasar. Me recordó tu relato la fábula de la hormiga y la cigarra, en cuanto a la moraleja, me refiero. Hay que sembrar para cosechar. Muy bien, Alicia.
ResponderEliminarFelicidades Alicia. Nos haces llegar tus vivencias, siempre con esa especial simpatía y tu manera tan particular. Un abrazo.
ResponderEliminar