Al pasar de los años, solemos echar
la mirada atrás en el tiempo; recordamos situaciones de nuestra vida,
generalmente aquellas que nos causaron felicidad, y que nos hacen
emerger sentimientos muy variados.
Rememoramos imágenes en nuestra
mente, como si hubieran ocurrido ayer, transportándonos a lugares remotos y
queridos. Todos hemos sentido esta sensación en algún momento, es algo que no
podemos evitar. Viajamos a nuestra niñez, a nuestra adolescencia y según el
tiempo que hayamos vivido, a nuestra vida adulta.
Al llegar a la vejez, esta
inclinación al recuerdo parece hacerse más frecuente, más intensa, tal vez con
el fin de no perder en el tiempo todo aquello vivido, o quizá para revivir de
una forma más feliz o más consciente esos momentos, que, posiblemente en su
momento, no se les dio gran importancia. Entonces aumenta la necesidad de
contar, de transmitir a los más allegados todas aquellas vivencias, a veces un
poco deformadas al ser vistas con los ojos del tiempo y la distancia; y así, vemos a nuestros padres, a nuestros
abuelos, como un día cualquiera de nuestra vida, sentados a nuestro lado, nos
cuentan sus historias, todas ellas.. Historias de ayer.
Cuánta verdad encierran tus palabras, amiga Carmen. Recordar es volver a vivir, como tu muy bien dices. Saludos cariñosos para ti y para todos los del taller.
ResponderEliminarMe parece un relato magnífico,lleno de recuerdos del pasado ,que ,ojalá todos podamos tener. Felicidades
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