Otro día
gris, triste y lluvioso.
Cuando amaneció, ya
sospechábamos lo que iba a acontecer hoy, sí, porque nuestra dueña,
nuestra querida María, vuelve a estar triste, como tantas tardes lluviosas como
ésta.
Somos sus gatos Mi y Au, sus adorados gatos siameses, esos
que, en días normales, llenamos su vida de alegría. Pero, cuando llegan éstos
en los que sus recuerdos y su dolor vuelven a ella y le golpean en lo más
profundo de su ser; esos días, en los que ese dolor, que para todos parece
haber desaparecido, emerge a la superficie y la anula para sentir amor; parece
que desaparecemos de su vida, de su mente y creemos que hasta de su corazón. .
Y aquí estamos, abandonados en el balcón, empapados por la
lluvia y ateridos de frío; llamándola, sin que ella -hundida en su tristeza-
pareciera darse cuenta de nuestro sufrimiento;¡nos mira pero no nos ve!.
Nosotros maullamos y maullamos hasta quedarnos sin aliento, a ver si nuestros
maullidos la hacen reaccionar para
sacarnos de esta situación, pero ella parece no escucharnos.
Y así seguimos, esperando pacientemente a que pase este día, para que nuestra María vuelva
a ser la misma de siempre, y así poder darle nuestro cariño, compartir su tristeza;
hacerle sentir que siempre estaremos a su lado, pase lo que pase, y esté como
esté, porque nuestro amor hacia ella
siempre será incondicional.
Incondicional, así es el amor que nuestras mascotas nos profesan. Tu relato me habla de ello. Nuestros perros, nuestros gatos, se mimetizan con nuestros sentimientos y, en silencio, nos entienden y, como a María, nos esperan pacientemente, después de la tristeza. Un abrazo, Carmen.
ResponderEliminarTernura es lo que sienten las mascotas hacia su dueña, la comprenden y esperan su recuperación resignados. Me encanta el relato. Saludos cariñosos
ResponderEliminar