Sara caminaba sin prisa por las viejas calles de la ciudad,
se sentía especialmente contenta y emocionada, por fin había llegado el día que
tanto había esperado. Llevaba ya un rato andando cuando por fin la distinguió a
lo lejos, allí estaba, como siempre, en pie, hermosa, como si vigilara el
horizonte.
Subió la calzada de piedra, ancha y empinada y llegó por fin
junto a ella…a La Torre, “Su Torre”, aquella que, de pequeña, veía a lo lejos
cuando miraba al mar. Le parecía más
imponente que nunca, allí, observándola
desde su base, se alzaba
majestuosa, con sus gruesos muros de piedra y sus 57 metros de altura, así
que le apeteció imaginarla como un gigante, enorme
y poderoso, vigilando y protegiendo la ciudad que tenía a su espalda.
Caminó hacia la entrada, sintiendo una sensación de pequeñez y pasó por la vieja puerta de madera,
castigada por siglos y siglos de vida. Una vez dentro, se sintió transportada a
otra época; dentro de aquellos muros se respiraba historia y ella se dejó
llevar por aquella sensación.
Por unos momentos se vio transformada en una bella dama
medieval, cautiva en esa torre, esperando ser rescatada por su galante
caballero, a lomos de su blanco caballo. Según subía por los estrechos y
empinados escalones, se sentía más en su papel; cuando se detenía para tomar
aliento en alguna de las pequeñas ventanas de los muros, se imaginaba barcos celtas fondeados en la
bahía, descargando los tesoros que traían después de volver de alguna batalla. Así,
imaginándose caballeros, batallas y doncellas llegó hasta la cima de la torre.
Cuando logró recuperar el aliento, que había perdido por el
esfuerzo del ascenso, se asomó al parapeto y observó el paisaje.
Era la primera vez que, desde las alturas, podía ver la
ciudad en la que había crecido los primeros años de su vida y quedó maravillada y emocionada.
Al marcharse, cuando bajaba por la pendiente de piedra,
volvió su mirada una vez más hacia la torre y pensó que, si la vida se lo
permitía, volvería otra vez a visitarla, seguro que sentiría nuevas emociones,
tan inolvidables como las que había sentido ese día.
Me gusta este relato. Encuentro en él varias lecturas, en una de las cuales imagino a la protagonista subiendo a la torre del pasado para recuperar la fantasía que uno va dejando en el camino; esta vez para dejar una puerta abierta a la que siempre volver. Desde mi torre particular de estos días, les envío un abrazo a tod@s; uno muy especial para ti, lleno de agradecimiento.
ResponderEliminarMe encanta tu forma de escribir. Se nota que eres "maestra" en estas lides. Un abrazo: Mary
ResponderEliminarGracias por tus palabras Mary, pero aún me falta mucho por aprender, sé que de la mano de Isabel lo lograremos juntas. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Mary, pero aún me falta mucho por aprender, sé que de la mano de Isabel lo lograremos juntas. Un abrazo.
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