Recuerdo que
esa tarde estaba yo instalada frente al televisor, viendo mi novela favorita,
cuando de repente oí un timbrazo que me sacó abruptamente del embrujo de las
calles laberínticas de la Medina, en Fez, una ciudad marroquí maravillosa donde
se desarrollaban los estrambóticos acontecimientos que me tenían embobada.
Me asomé a
la ventana y vi a mi vecina con una tarjeta en la mano. Cuando me la entregó me dijo:
-Es una
invitación para tus hijos pues mi hijo menor está cumpliendo doce años y lo
vamos a celebrar el sábado.
Yo me quedé
perpleja, pues sabía muy bien que sus cinco hijos eran mayores de esa
edad. Ella, al ver mi expresión, me lo
explicó.
-Sabes,
acabamos de adoptar a un niño indígena y va a cumplir doce años.
-Te felicito
–contesté yo, inmediatamente.
Así fue como
el sábado siguiente, al acompañar a mis hijos, conocí a Richard.
Mi sorpresa
fue grande cuando me di cuenta de que el niño era invidente. Ese detalle no me lo había contado mi
amiga. Me pareció que este hecho
aumentaba la generosidad de estas personas y recuerdo que me sentí muy
conmovida, sorprendida y agradecida a Dios por estar rodeados de tan buenas
personas, sin habernos dado cuenta.
Pocos días
después, leí un artículo en el periódico que se refería a la adopción de un
niño indígena invidente. Lógicamente, se
trataba del caso que yo acababa de conocer.
Allí explicaban que el niño Richard pertenecía a una etnia indígena
guajira y cuando estaba pequeño sufrió un accidente. Un familiar que era cazador fue a dispararle
a un animal y el arma de fuego explotó y unos residuos fueron a dar a los ojos
del niño que andaba cerca. El resultado
fue una ceguera permanente. Un sacerdote
alertó de que el niño, debido a su discapacidad, iba a ser marginado del grupo
étnico. Por ello, fue adoptado por
nuestros vecinos.
Siempre vi
mucho amor de parte de sus cinco hermanos y por supuesto, de sus padres. Cuando se mudaron, perdí el contacto, pero
hace poco tiempo me encontré con una de las hijas y le pregunté por la familia
y ella me explicó.
-Pues mire,
mi papá falleció, todos los hermanos nos hemos casado. Unos cuantos viven en el exterior y mi mamá
está enfermita, pero no, no se preocupe, no está sola; ella vive muy feliz con
mi hermano Richard.
Una historia real conmovedora desde todo punto de vista. Tal como la has narrado, ha sido una verdadera delicia leerla.
ResponderEliminarConmueve la historia y tu ingenio...
ResponderEliminarConmueve la historia y tu ingenio...
ResponderEliminarHistoria que nos hace reflexionar en la bondad y el buen corazón de muchas personas y además contada así ha sido un placer leerla. Te felicito Alicia.
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