Elena amaba
el silencio. De esta manera podía
cavilar acerca de su vida y de cómo ella la entendía. No se atrevía a expresar en voz alta sus
inquietudes, no fuera que la tacharan de ingenua, o aún peor, de débil
mental. Pensaba para sus adentros si las
demás personas verían la vida con los mismos ojos que ella la veía… Se decía a
sí misma que la verdad y la realidad son relativas.
Elena
continuó preparando el desayuno. ¡Qué bien, lo tomaré en mi pequeña terraza, al
sol! ¡Uf, qué aroma tan agradable tiene este café!. Acercó la taza a su nariz para poder
apreciarlo mejor, después colocó la bandeja sobre la pequeña mesa y se dispuso
a desayunar sin prisa, después de todo, lo tenía todo hecho…
¡Qué fresca
y agradable era su terraza de la playa, eso sí, era ruidosa pero que muy
ruidosa. Solía pasar muchas horas en
ella, mientras hablaba con su plantita, una especie extraña, no sabía de qué
país, al tiempo que reflexionaba sobre filosofía, economía, política y hasta
temas sentimentales. ¡Qué terraza tan
ruidosa!
Bueno, la
verdad es que a ella el ruido no le molesta, solo la inquieta ese ruido
interior que siempre la acompaña y que es tan difícil de silenciar. A cada pregunta que se contesta, surgen
nuevas preguntas que hacer: que quién soy, que de dónde vengo, que hacía donde
va, que por qué tenemos que sufrir tanto en esta vida…
Elena
pensaba en los innumerables libros, charlas, conferencias de reputados
humanistas, sin contar el dinero gastado en ello… y en los iluminados de
turno. Recuerda a una chamán mejicana,
empeñada en que tomara no sabía qué brebaje.
Después de
tanto tiempo y tanto recorrido, ahora sabía que de cada situación que la vida
le presentaba, ella aprendía, por dolorosa o alegre que fuera. Detrás de todo, se escondía siempre un
profundo aprendizaje, una información importante para su crecimiento
personal. Sabía que no debía dejar pasar
la ocasión, por mínima que esta fuera, sin pararse a meditar sobre ella…
El silencio
y el ruido son la misma cosa, vista desde diferentes perspectivas. Todo esto y más debatía Elena con su
plantita, sentada en la pequeña terraza.
Ella no la juzgaría, ¿ y los demás?, no lo sabía.
Juani, me gustó mucho que aprovecharas el relato para incluir en él tus muchas, bellas e interesantes reflexiones sobre la vida, de modo tal que no dejara de ser un relato en sí mismo, impregnado –eso sí – de este profundo mundo interior que posees. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarPrecioso relato Juan te felicito, ha sido un placer leerlo y comprobar que todos tenemos nuestros ruidos internos. Un abrazo.
ResponderEliminar