Me llamo María, tengo 60 años, ¿verdad que no lo parece?,
aunque nadie conoce este dolor que tengo escondido en el sótano de mi memoria.
Es tan profundo que nunca se me va a ir, aunque crean lo contrario. Los dos gatos
que tengo me dan alegría, me miran aullándome desde el balcón. Yo los miro como
se bañan, ateridos de frio y siguen jugando.
En fin, la
vida es un sueño y hay que vivirla aunque tengamos algún dolor, porque por mucho que el vecino sepa mi vida y me dé consuelo, el
pesar no se va.
El dolor va por dentro, eso nos dice la protagonista de tu historia de esta semana. Pero la carga es menos pesada si tenemos a nuestro lado a alguien, un vecino o dos gatos. Alguien que nos haga más llevadero todo. Un abrazo, Maruca.
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