(Dedicado a mi hermana y primos)
Era un
barrio como tantos otros de la ciudad.
Los vecinos se conocían por sus
nombres y apellidos, y como no, “por los apodos” de generaciones pasadas. La
verdad éramos como una gran familia, todos cuidábamos de todos; nos
apreciábamos, nos queríamos.
Los niños,
jugaban en la calle con toda libertad, (los padres en ese tiempo
educaban a sus hijos en el respeto y la consideración...) igual que
ahora...bueno mejor no comentar.
Los juguetes brillaban por su ausencia, y desde luego,
los electrónicos o de pilas no existían, sólo había de madera, cuerda o
fricción, eso sí, no teníamos problemas; eso se suplía con ingenio y creatividad.
Aún recuerdo como mi hermana Nancy y mi hermano Tomás,
que eran los mayores, están siempre elucubrando
que hacer para entretenernos y para reunir un poco de dinero extra.
Solíamos ir con frecuencia al Parque García Sanabria
de Santa Cruz, que se encontraba cerca de nuestra casa, y recuerdo un pequeño
negocio de alquileres de bicicletas que con cincuenta centimos (media peseta)
alquilábamos una y pasábamos la tarde de un extremo al otro de la preciosa
rambla de Las Tinajas. ¡Que tardes tan alegres!.
Yo siempre me he preguntado de donde sacaban ellos
dos, el dinero para eso. Ellos tenían una complicidad especial, (sobre todo
para hacernos trastadas a los primos menores). Se les ocurrían las más diversas
cosas para ganar unas pesetitas.
Recuerdo que colgaban una cuerda en el frente de
nuestra casa y con pinzas de la ropa ponían cuentos en alquiler, o como
decíamos “colorines” que mi abuela Juliana nos mandaba en paquetes desde
Venezuela. Y lo mismo compraban unas pastillas de limón o menta y las vendían al
doble de lo que les había costado, desde luego eran unos gangocheros…¡Claro,
ahora caigo era de esa forma que sacaban el dinero para alquilar la bicicleta!!
Así que gracias a nuestra afición por la lectura, disfrutábamos de aquellos
bonitos paseos en bici.
Que
historias las de ayer….Que tardes tan bonitas. ¡Que alegres vivíamos!.
Dulces memorias las de tu “arboleda perdida” (tomando prestado el término al poeta Rafael Alberti) y qué bien las cuentas. Me he quedado con ganas de leer más.
ResponderEliminarQue puedo decirte Juani, ¡maravilloso!. Me ha transportado a tu infancia y casi la he compartido contigo subida a tu bicicleta. Gracias por regalarnos relatos tan hermosos como éste. Felicidades.
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