A
Silvia le preocupaba su hijo, un joven adolescente que estaba experimentando un
inquietante cambio en su comportamiento, un cambio cuanto menos extraño.
Últimamente, el muchacho mostraba una constante rebeldía hacia ella: se estaba
convirtiendo en un ser taciturno, hermético que, además, cuestionaba
constantemente las decisiones que su madre tomaba. Cuando le pedía
explicaciones, él se iba por las ramas,
desaparecía, ya que no toleraba los interrogatorios a los que su madre le
sometía, y no entendía por qué le repetía que esa conducta era anormal. Unos
días después de aquel encontronazo, volvieron a discutir: esa noche su madre no
pudo pegar ojo.
Al
día siguiente tuvo una mañana muy dura en el trabajo y, por si esto fuera poco,
le esperaba una tarde de perros..,
la de “Canelo”, su mascota, que concursaba en un certamen canino en la plaza
del pueblo. La gente congregada en el evento, comenzó a poner caras de
incredulidad señalando hacia arriba: cuando Silvia levantó la mirada, se dio
cuenta del motivo de tanto revuelo y quedó paralizada. Efectivamente, su hijo
se estaba yendo por las ramas de los
árboles que rodeaban la plaza… En verdad, este chico era algo rarito… ¿o no?.
Ella
estaba que echaba humo, ¡hasta que
alguien le echó un cubo de agua por encima ante el incendio que se había
declarado en su cabeza!.
Muy bueno. Tono jocoso y divertido para jugar con los sentidos figurados y literales de las frases hechas en un relato que, desde el título, invita al divertimento.
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