Cuando
la niña no sintió la mano de su madre fue un sufrimiento y una gran pena pues con ello,
Luisa comprendió que su madre no estaba. No entendía la causa pero recordaba
cuando la peinaba, la vestía, la acariciaba, la mimaba. Eran memorias vagas, muy difusas, ya que era
pequeña cuando su madre se fue. La vida le cambió por completo, aunque no le
faltaba cariño, siempre recordaba a su
madre. Y así fue creciendo entre penas y alegrías -éstas menos-.
Un
día, apareció en su vida un joven apuesto, simpático, que la conquistó, y
pronto se vio casada y con dos hijos. Entonces,
quizás el instinto de ser madre la empujó a buscar a la suya. No sabía por dónde
empezar pero estaba decidida a seguir adelante hasta lograrlo. Al fin la
encontró en otro país, se había casado, tenía tres hijos y una vida bastante
difícil. Estaba ciega a causa de una enfermedad. Le impresionó su deterioro
físico; no iba con su edad. Al identificarse ante ella, sintió una gran emoción.
Su madre la escuchó conmovida, no hubo
reproches, se abrazaron largamente. Luisa volvió a sentir lo que recordaba de
niña, cuando la mano de su madre la acarició. La había extrañado toda su niñez
y adolescencia y al fin volvía a sentir aquella sensación con la que tanto
había soñado.
El resumen de una historia poderosa. Destaco que el relato empiece y termine con la misma sensación de plenitud: la caricia de una mano familiar, el sentir cerca el primer punto de referencia vital .
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