Al
despertar, su no presencia inundó mi habitación. Había sido una larga noche, de
palabras susurradas a las sombras que habitaban la madrugada y que, cambiantes,
me escuchaban sordas…; y me miraban, ciegas…; hasta que caí rendido en un
profundo y agitado sueño.
Pero
la mañana me abofetea violentamente, reencontrándome con la certidumbre de una
realidad aplastante; con la huella cruel de su ausencia envuelta en una
atmósfera enrarecida de reproches y pensamientos no contados.
Quizás,
todo habría sido distintos si… , me digo; y tropiezo con su rostro, y con sus
manos, en cada esquina de mi alma sola. Tejo con hilos de compasión una guarida
de muerte para lamer mi corazón herido; sé que todo pasará; pero cuando vuelva
a la vida, ya no seré el mismo; tan solo un hombre que quiere amar y ser amado.
Con
este último párrafo, doy por concluida mi narración a tiempo para entregarla el
jueves. Levanto la vista…, y allí está él, como siempre, tras el ordenador. Me
mira con curiosidad y en mis labios se dibuja una sonrisa…
Este relato enfrenta ficción y realidad: lo onírico, retratado con un lenguaje florido, lleno de adornos, giros, metáforas, imágenes poéticas, frente a lo cotidiano, apenas perfilado con trazos sencillos, creíbles; llenos de autenticidad. Cada extremo refuerza al contrario, otorgándole peso y sentido al microrrelato.
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