Con la rapidez que se
derrite un helado en las manos, con la misma premura y sin darse cuenta, un
día, la cordura y la sensatez la abandonaron.
Su mundo se tiñó de rojo,
en la búsqueda de un acicate; algo que le permitiera borrar el sabor amargo de
la soledad…
Y así cayó libre, como el
viento, en brazos de la más profunda oscuridad.
El aliento poético ha sido quien ha hilvanado estas tres imágenes, en apariencia completamente inconexas, para otorgar cohesión y coherencia a este Rojo Soledad que, como título, prometía ser difícil. Lo has logrado. Buen trabajo.
ResponderEliminar