Abrió la última puerta y allí estaba
lo que andaba buscando; había recorrido
toda la mansión, revisado las habitaciones una a una y, por fin, había llegado
hasta ella.
Entró en la estancia. Se percibía un fuerte aroma a jazmín. Echó una ojeada a su alrededor. La cama donde había dormido esos últimos
años, el sillón al lado del gran ventanal, donde acostumbraba sentarse a leer
cada tarde; sus libros…su historia, allí estaban todos rodeándola.
Cerró los ojos y, por un instante,
sintió su presencia. Esto le produjo un intenso escalofrío, sin embargo no
sintió temor.
Con
cada objeto que tomaba entre sus manos, el rostro se le iluminaba; aun así,
sentía la garganta anudada:
-
Si no hubiera sido tan orgullosa, habría podido despedirme…
Permaneció en aquella habitación
durante horas.
Al salir, dejó en aquella estancia
todo lo que durante años la había afligido; se había reencontrado con el amor
infinito que su abuela le profesó, y ahora, se marchaba reconfortada. Cantando la canción preferida de ambas, se
fue; nunca más volvería, pero eso ya no importaba.
Microrrelato que nos habla de los efectos sanadores que trae consigo reconciliarse con el pasado. Me gusta la atmósfera que has logrado crear a partir de la frase inicial impuesta. Buen trabajo
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