Últimamente, un día sí y otro
también, estoy a dos velas, desvistiendo a un santo para vestir a otro; ya la
cabeza me echa chispas de tanto número y tanto cálculo que, por mucho que lo
haga al pie de la letra, siempre pero siempre, me falta sueldo y me sobra
mes. Todo por culpa de esta crisis tan
arrecha. Que si hago una gracia, se me
vuelve una morisqueta; como ayer que me encontré con un compañero de estudios
que hacía tiempo no veía y me comentó que estaba pasando hambre, como estaba sin blanca. Pobre de mí, me dio
tanta pena que hice un recuento en mi memoria de los escasos víveres que aún
subsistían en mi triste nevera y lo invité a cenar.
Llegó puntual, con una botella de
vino Don Perignon. Pasamos a la mesa,
donde nos esperaba una velada romántica, a la luz tenue de dos velas, a causa
de SanUnelco quedarse sin vestir, ya
me entienden. Cuando abrí el vino, le
reproché:
–¿Por qué si no
tienes para comer compraste vino, hombre?
Él me miró con
desconcierto y atónito murmuró
-¿Quién ha dicho que
yo no tengo para comer?
Yo, sin atreverme a
sostener su mirada, argumenté:
–Tú me comentaste que
estabas pasando hambre porque estabas sin blanca.
Él soltó una carcajada y replicó
entre alegre y socarrón:
–Blanca es mi
cocinera
¡Qué bueno! Al pie de la letra seguimos tu historia y con un palmo de narices nos hemos quedado, para nuestro disfrute. ¡Es lo que tiene jugar tan bien con los sentidos literales y figurados!
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