Allá en la Patagonia argentina en una
noche muy oscura se vislumbraba el rancho de la Jacinta, apenas una pequeña luz de un farol a kerosene; dentro doña Jacinta y
su hija Elvira una niña de unos 13 años, alta y erguida con
una hermosa cabellera negra que siempre lleva muy bien trenzada y con dos
hermosos moños.
¡Elvira! Llama la madre acomodaste los
troncos alrededor del corral para prender las hogueras cuando llegue tu padre?
Sí
mamá está todo listo.
La niña miraba el cielo muy oscuro era
una noche apacible y las estrellas brillaban más que nunca.
Elvira pensó mañana debo ir al colegio,
le encantaba porque había aprendido a leer muy bien y la maestra le prestaba
algunos libros, soñaba, soñaba mucho, con ir a una verdadera escuela, no es que
estuviera desconforme ¡no! Decía,
Válgame Dios! ¡Y la Virgencita! Pero tenía que recorrer 2 leguas a caballo, y
debía ir con bombachos y alpargatas ¡era más cómodo ¡ Pero a ella le gustaban
las faldas y los zapatos que sólo se los dejaban poner algún domingo que iban
al pueblo.
Elvira!! Dijo la madre no leas tanto
que te vas a quedar ciega. La pobre mujer no sabía ni leer ni escribir.
No!
Mamá! Tranquila ya apago la lámpara y así lo hizo –y se durmió-.
Al buen rato la madre le dijo ¡levanta!
¡levanta Elvira! Tienes que prender las fogatas, ya viene llegando tu padre con
el Patrón y el ganado de guanacos.
La
niña presurosa se puso su poncho y salió a encender las hogueras alrededor del
corral, ya se sentía el trote de los caballos y los guanacos y apresurado fue a
abrir la tranquera, pero como siempre se columpió en ella. El patrón ya estaba
cerca y le dijo ¡hola Elvirita! No te vayas a caer changuita! No Señor!
Respondió ella.
Las fogatas estaban todas prendidas y
se veía bien el corral llegaron todos los peones y ¡arre! ¡arre! Y el silbido
de los látigos en los caballos.
Hola Elvira! Dijo su padre ¡Bájate de
ahí! La niña muy obediente lo hizo y cerró la tranquera, ya todo el ganado
estaba dentro. Los peones la saludaban Hola chanquita! Las hogueras ya se iban
apagando y la niña volvió al rancho con su padre, donde su madre calentaba un
chocolate.
Bien dijo el padre tomaré esto me aseo
un poco y a dormir, hemos hecho muchas leguas, estos guanacos estaban muy
desparramados.
La niña volvió a su catre, se quitó el
poncho que lo puso de colcha y se acostó. Pero siguió mirando las estrellas que
brillaban como nunca, y las últimas chispas de las hogueras, era una noche muy
apacible. Y pensó en lo que siempre le decía la maestra. Elvira tú no dejes
nunca de pensar que vas a ir a la ciudad y vas a ir a una escuela grande; esa
es tu esperanza y la esperanza siempre te mantiene viva y también te empuja a
que cumplas con tus sueños.
Bienvenida con este relato al Taller y al Blog. Ya traes oficio de narradora. Esta prosa fluida tuya nos lo dice. Muy buen trabajo.
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