Los abuelos de la isla de Kopros bordaban
canoas formando bellos tapices de maravillosas flores de cristal que sembraban
en el invierno duendes del Valle… Era una verdadera delicia para los sentidos.
-¡Oh…! La vista
Ante
aquellos campos donde el espectro de la luz solar descomponía en el prisma de
los siete colores que el ojo humano podía percibir.
Mientras los abuelos hilaban en la
rueca delicados hilos finos como cabellos de ángeles y los niños se entretenían
haciendo ovillos de infinitos destellos multicolores.
-¡Oh…! El Oído.
Con los dulces sonidos que con el roce
de la brisa llenaban el espacio de magia y armonía.
-¡Aaaah! El Olfato.
Donde cualquier perfumista que se
preciara daría su fortuna… por no decir su vida por la magistral fórmula con
que la naturaleza había dotado aquellas flores.
¡Ooooh…! El Gusto.
Ni la propia ambrosía, manjar de dioses
habría deleitado a hombre alguno, ni los más prestigiosos somelieres del mundo
habrían soñado paladear.
-¡Aaaaah! El Tacto.
De aquellas flores; ¿Con qué compararlo
sin faltar a la verdad? ¡Ni ofender a los sentidos! ¿La delicada piel de un
recién nacido? ¿Con las sedas del lejano oriente? Con la caricia del más tierno
enamorado.
¡Quizás con todo y más!!
Formando
una nueva y única expresión para calificarlas….
Los abuelos bordaban canoas en la isla
de Kopros
Los abuelos hilaban…
Los niños jugaban…
Precioso, mágico este juego de los sentidos. Contado con el tono y el ritmo de un cuentacuentos dulce y apacible que invita a la vida. Me ha encantado
ResponderEliminar!Maravilloso!
ResponderEliminarExcelente la sutileza de la narración. Hermosa descripción de los sentidos. Me ha gustado muchísimo,
ResponderEliminarExcelente la sutileza de la narración. Hermosa descripción de los sentidos. Me ha gustado muchísimo,
ResponderEliminargraciaaaas
ResponderEliminargraciaaaas
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