Allá abajo, muy abajo, donde se pierde
de vista la Patagonia, cuando llegan esa clase de noches interminables, los
descendientes de los antiguos pobladores suelen encender antorchas para recordar
a sus ancestros. Es un espectáculo maravilloso y alguno de ellos obsequia a los
turistas con sus fabulosos cuentos. Se sientan en un taburete bien abrigados,
miran alrededor con estudiada seriedad y comienzan:
“Recuerdo el caso del montañista que no
pudo encontrar agua para su supervivencia, sabiendo muy bien que estaba rodeado
de ríos, lagos y cascadas”.
Y prosigue:
“También es conocido el caso de la
bella modelo que desapareció cuando estaba esquiando en Bariloche, se supuso
que fue sepultada por un alud, sin embargo, años más tarde cuando fue encontrada,
los rescatistas explicaron que ellos la habían buscado allí mismo y no la
llegaron a localizar, curioso,¿ verdad??Ah, y se han reportado numerosos casos de chicos
que practican snowboard y sienten como unos rayos los encandilan y se estrellan
al suelo. Muy peligroso, ¿no les parece?.”
Y casi siempre algún embobado oyente
pregunta: ¿Y a qué se deberán estos fenómenos?.
“Imposible saberlo -contesta el
narrador-, pero sospecho que puede ser por la indignación de los antiguos
habitantes que no están de acuerdo con que se profanen los imponentes hielos
azules, ríos y lagos y que se molesten a los delfines, toninas, pingüinos
patagónicos... Y quizás ésta sea su venganza; en su momento también rechazaron
los primeros expedicionarios.”
Al levantarse de su taburete, el
narrador a modo de advertencia, siempre termina explicando que el tren del fin
del mundo que anteriormente trasladaba a los delincuentes y ahora lo hace con
los turistas, tiene unas celdas dedicadas para los que beben demasiado y
molestan.
Al retirarse a sus aposentos, la noche
se les hace interminable a estos oyentes, y algunos de ellos, los menos
valientes, empiezan a preparar maletas.
Como es habitual en tus escritos, has resuelto con destreza la difícil tarea de un relato apócrifo. Yo, como aquellos oyentes, también cogería la maleta porque me creí al completo las historias que cuentan esos antiguos pobladores.
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