Era una niña guapísima; rubia con ojos azules,
luminosa. Nos alegraba la vida cantando
y bailando en la gran pantalla. Todas la
envidiábamos porque creíamos que era una niña feliz. Tenía todo lo que a la mayoría de los esa
época nos faltaba: cosas bonitas, comida, viajes, ropa y zapatos caros y
bonitos. A todas se nos iban los ojos
detrás de tantas preciosidades.
Pasados los años, nos enteramos que esa felicidad no
existió realmente; era todo falso. La
separaron de sus padres y familiares y sólo la hacían trabajar muchas horas al
día. Tenía todos los lujos imaginables,
pero le faltaba cariño y el amor desinteresado.
No es de extrañar que esa niña, llamada Pepa Flores,
Marisol, años más tarde, se retirara a la vida privada y no quisiera saber nada del glamur y la vida
pública.
Buen trabajo, Esther. La suerte que todos le imaginábamos, no era tal, desde luego. Fue valiente para, con el tiempo, haber dado un vuelco radical a su vida.
ResponderEliminarTe felicito por tu trabajo Esther, con tu narración nos demuestras que no todo lo que brilla es oro y lo afortunados que somos de haber tenido una infancia normal y feliz.
ResponderEliminarMe parece muy linda tu narracion Esther , yo también admiraba mucho a Marisol y siempre me extrañó su retiro del medio artìstico. Sorpresas te da la vida como se dice. Alicia.
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