Ana sintió que todo le daba vueltas, como si en
cualquier momento fuera a perder el conocimiento para caer al suelo,
irremediablemente. Rodrigo se dirigió
hacia ella con gran solicitud y cara de desconsuelo, al mismo tiempo,
recordándole que ella había estado muy enferma, que su salud se había resentido
mucho y que necesitaba cuidados especiales, comer bien, descansar…, paz…
Ana le respondió que lo sabía, que sus palabras y
cuidados eran excepcionales, que se lo agradecía de todo corazón, sin embargo,
insistió en que no podía hacer aquello sola, que por favor la comprendiera,
rogándole que no se fuera, que no la dejará todavía…
Rodrigo intentó hacerle comprender que no era posible,
le recordó que pronto vendrían a buscarle y tendría que sufrir terribles
humillaciones y, con tristeza, añadió que él bien sabía que ella no resistiría
presenciarlo.
Ana suplicó, insistiendo en que no dejaría que
ocurriera, que haría lo imposible para protegerle, para que no entraran, que
ella sería un muro infranqueable, que por favor la dejara serlo.
Rodrigo le agradeció profundamente su sacrificio pero
sentenció que permitir tal cosa, tendría
consecuencias irreparables para los dos, que incluso podría significar el final
de su historia. Sí, ser de izquierdas en
medio de una terrible dictadura, haberse convertido en un ser incomprendido y
perseguido, era una catástrofe terrible que, ahora, lo colocaba frente a aquel
dilema.
Terrible dilema, efectivamente, en el que a veces, el transcurrir de la historia ha colocado a más de un personaje. Si lo llevamos al plano real, éste nos conduciría a más de una tragedia.
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