Estoy aquí, sentada en el sillón de mi sala, dándole y
dándole vueltas a la conversación tan tremenda que oí, sin querer, entre Lidia
y Rodrigo, mis vecinos de piso. No me
extrañé, porque sé que ella ha estado muy enferma últimamente, cuando escuché como ella le pedía que la
ayudara, que se sentía muy mareada. Lo
que sí me preocupa y peor me ha dejado fue oír lo que Rodrigo estaba tratando
de decirle a Lidia, aunque ella pareciera no querer escucharlo. Él le repetía, una y otra ves, que por favor
lo dejara ir, que no se lo pusiera más difícil, que ella sabía que si él se
quedaba más tiempo en la casa, podían venir a llevárselo, que estar allí con
ella era muy peligroso.
Y aquí estoy, preguntándome qué es lo que ha habrá
hecho este hombre para tener que estar escondido y verse obligado a huir de su
propia casa?
Pues yo me he convertido en una lectora igual o más curiosa que la vecina y necesito, con urgencia, conocer el final de esta historia.
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