martes, 12 de febrero de 2013

LA CASA de Águeda Hernández




Está situada en el campo.  Es mucho más callado que la ciudad, en medio de la naturaleza virgen, donde el canto de las aves que cruzan volando, es una delicia por la mañana al despertar, mucho mejor que escuchar el timbre del despertador, desde luego.
Las vistas, a través de las ventanas, pueden resultar carentes de interés para algunos.  No hay olas que embistan playas rocosas, ni montañas cubiertas de nieve, pero el entorno es arbolado y el inconfundible olor de las gardenias llega a mi nariz casi al mismo tiempo que su color, a mis ojos.
Si por las noches sales afuera, cuando la luna tiene ese brillo tan intenso, puedes ver como se ilumina la casa hasta el último rincón del jardín.
No, no se puede echar de menos, si no se conoce un amanecer veraniego en el campo, ni si no se ha disfrutado de esos maravillosos momentos de quietud.  Ni tampoco aquel que nunca ha esperado que se abra la puerta de la casa para que entre alguien que se sabe que vendrá con seguridad, porque esa es su casa, su refugio y porque sabe que alguien espera su regreso.
Alguna vez esa casa soñada tuvo llaves aunque nunca se han necesitado porque puedo entrar en ella cuantas veces quiera, solo tengo que buscar en mis recuerdos.




1 comentario:

  1. Bello, impregnado de dulce añoranza y de poesía. Me ha encantado, Águeda.

    ResponderEliminar

Nos gusta saber tu opinión, sea cual sea. Déjanos un comentario. Gracias