Cuando
la profesora me dio la hoja con la foto a partir de la cual construir un
relato, me quedé estupefacta y con la boca abierta, tal como la imagen que me
había tocado en suerte: un retrete. Ese
lugar, amigas, donde me siento a diario.
Aquel de la foto era un retrete muy particular, con una gran boca,
grandes dientes que parecía iban a morder y la tapa, por el contrario, era una
gran cara de unos azules y observadores ojos, que no asustaban, a ambos lados de
una hermosa nariz rojiza. Sentí como si
estuviera mirando mi reacción y, ante tamaño desengaño, estoy segura de que un
presagio se apoderó de aquella foto.
Tenía razón. Yo, efectivamente,
me iría al otro inodoro más normalito y tranquilo, para poder hacer mis…
crucigramas diarios. Así lo hice y fue
de esa manera como el presagio de aquel extraño inodoro de la foto de mi tarea,
se cumplió.
¡Vaya, vaya! ¡Qué manera tan original de construir un relato sin relato! Muy bien, Carmiña. Tarea cumplida.
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