Antonio, de 33 años, fue encontrado muerto en la cabaña
de tejas rojas que su madre le construyó en el jardín de su casa, para tenerlo
cerca. Le dio igual destrozarlo, si así
lo veía todos los días. Y para él, la
presencia de ella, era vital. Era su
guía, su luz en la vida desordenada y de rebeldía que vivía. Por eso, cuando su madre murió, no lo pudo
superar, y la siguió quince días más tarde, después de coquetear con las drogas
y el alcohol.
Pero, seguro que Antonio, desde la eternidad, con esa
sensibilidad que le caracterizaba, mandaría un mensaje en el que, si pudiera
dar marcha atrás, NO DUDARÍA haber sido más fuerte, NO DUDARÍA a enfrentarse
definitivamente con la vida, NO DUDARÍA en que su momento de partir no había
llegado, NO DUDARÍA en ver la vida con alegría; y sobre todo, NO DUDARÍA en
saber que le quedó mucho por hacer.
Bonito homenaje a un excelente músico/poeta, que vivió la vida con desgarradora intensidad y que nos abandonó, dejándonos la hermosa estela de su arte.
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