Al llegar a casa, me encontré a mi hermana saltando y
dando palmas, mientras gritaba.
-¡Jodido, deja que te coja! ¡Jodido cabrón, como te
coja, te mato! ¡Canalla!
Ante tanta vehemencia e insulto, yo me asusté. Después de
estar un buen rato entre palmadas y saltos, mi hermana abrió las manos y fue
entonces cuando vi a quien iban dirigidos aquellos insultos. Allí estaba el cuerpo del delito, entre sus
palmas ensangrentadas estaba él, su enemigo chupa sangre, el terrible canalla
que había perturbado su siesta. Verlo en
aquel estado, aplastado entre sus manos fue el castigo que mi hermana recibió por
haber asesinado a aquel pobre mosquito.
Simpática manera de resolver el crimen y castigo que se propuso como tarea en el taller. Ingenioso y divertido.
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