-Hoy
se me acabó el gel cuando me duchaba
-¿Y?
-Pues
que tuve que salir de la bañera a buscar más y no había. Menos mal que encontré
una pastilla de jabón que andaba por casa, ¿y sabes qué…?
-No
-Que
me gustó usar la pastilla de jabón. Me
pareció práctica y hasta diría que más sensata que el gel líquido. Ese jabón ya nadie lo nombra… ¿por qué?
-Hombre,
no sé. La gente no lo soportaría. Los que nos pasamos al gel, ahora
extrañaríamos pasar a la pastilla. Lo
dicho, no nos gustaría pensar en retroceder.
-Sí,
es más práctico, incluso más barato que
el gel. No sé en qué momento nos pasamos
de la pastilla al chorrito de gel.
-Seguramente
nos pareció más cómodo. Tomas el gel que
necesitas y ya
-Pasarla
por el cuerpo no es igual. La pastilla
te deja la piel más suave y perfumada.
Su espuma me recuerda el mar cuando al romper sus olas en la playa, deja
su arena bañada con su blanca espuma.
Fíjate que ahora viene a mi memoria el Heno de Pravia, Embrujo de
Sevilla, luego más tarde Magno, y tantos y tantos más. Recuerdo que mi madre lo
escamaba y lo esparcía en la ropa antes de guardarla. ¡Sí! toda ella despedía luego aquella
fragancia…
-¡Oh!,
amiga mía, me conmoviste… ¿Y si resultase que simplemente hay que volver atrás
en muchas cosas?. Te prometo que a
partir de ahora usaré tales jaboncillos.
Los tendré siempre en mi baño.
Será como recuperar algo perdido.
-Sí
amiga, recordar es vivir…
No sabes cómo he disfrutado nuevamente leyendo este relato/diálogo, Águeda. También yo, como uno de tus personajes sin nombre, he sentido la necesidad de salir a comprar alguno de esos antiguos y añorados jaboncillos. Muy bueno.
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