Miguel se
dirige al río, como todas las tardes. En
su mochila lleva la merienda y un libro; le gusta mucho leer. Cuando era pequeño no pudo ir al colegio
porque estaba a muchos kilómetros de su casa.
Su madre se dedicaba a las labores del hogar y ayudaba a su esposo en
los trabajos del campo pero, pese a estar tan ocupada, siempre reservaba dos
horas de la mañana a la educación de su hijo.
Cuando
Miguel se hizo mayor, ya pasaba por la aldea un autobús y fue así como pudo
comenzar su educación escolar. Para él supuso una gran ilusión compartir las
clases con otros chicos de su edad.
Gracias a la ayuda de su madre, cuando el maestro preguntaba, él
respondía todo. Estaba muy orgulloso de
su madre porque la mejor de las maestras durante aquellos años en los que no
pudo asistir al colegio.
Un día le
prometió que él también sería maestro algún día, para enseñar a los niños que
vivían lejos de las ciudades. Es por eso
que hoy Miguel se dirige al río para merendar y leer. Se han cumplido sus ilusiones; es el maestro
del pueblo y tiene ocho alumnos que van con él hacia el río. Juntos, juegan y comentan el libro que están
leyendo.
Bonito relato. Muy bien estructurado. Lo has sabido cerrar muy bien, volviendo en su final, al principio de la historia.
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