CRIMEN Y CASTIGO
Cuando la
noticia llegó a mis oídos, ya era bien conocida en toda la ciudad. La Rotunda, el gran edificio empresarial, en
lugar donde todos, incluso los que no han nacido aún, deseamos trabajar, estaba
ofreciendo una vacante para un cargo. En
realidad, nunca mencionaron qué compañía lo ofrecía, ni especificaron las
características del puesto, sin embargo todos los ciudadanos ardíamos al
unísono bajo un mismo deseo: obtenerlo a como diera lugar.
Inmediatamente,
comencé a llamar a todos los conocidos que trabajan en este lugar. Les pedí más información sobre cómo
participar en el proceso de selección, o a quién sobornar, llegado el caso,
para hacerme yo con el premio. Y no
exagero al catalogarlo como tal, no en vano La Rotunda, en general, es un
misterio para todos, pero un misterio en el cual todos deseamos participar al
precio que sea. No me detendré en los
detalles, sólo les diré que me hice con el puesto. Me avergonzaría confesar todas las artimañas
con las que obtuve el cargo, gracias a lo cual logré incluso arrebatárselo a
alguien que, estoy convencido, se lo merecía mucho más que yo.
Había
cometido un crimen, ignorando para qué, y sus probables consecuencias. Me desesperé sólo por seguir rumores; lo que
todos dicen y, si todos lo dicen, debe ser más que cierto. Al final obtuve un lugar donde nadie me
necesita y donde no aprenderé nada nuevo.
Fui capaz de desplazar arbitrariamente a alguien para entrar en un sitio
al que no pertenezco y que se ha convertido en mi cárcel. He cometido un crimen y ese crimen es al
mismo tiempo mi castigo. Ahora, un
verdugo supervisa que permanezca eternamente aferrado a mi escritorio y siempre
blande sobre mí su afilada guadaña.
Tomando prestado el título a Fedor Dostoiewski, has sabido construir un interesante entramado donde el crimen y el castigo forman parte de una misma cosa. Muy bien.
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