La luna
entraba por la ventana. Al poco tiempo, los perros comenzaron sus ladridos;
aullidos que hacían temblar de miedo.
Él,
arrellanado en su butaca, junto a la chimenea donde el fuego chisporroteaba
calentando aquella lúgubre estancia, no pensaba en otra cosa que en terminar
aquel libro que estaba leyendo. De vez
en cuando, mojaba sus labios con maravilloso licor que tenía sobre una mesita
cercana.
De pronto,
oyó aquel ruido infernal que hacían sus perros
y tiró del cordel de la campana.
Inmediatamente, apareció el mayordomo; un hombre enjuto, frío y con una
vestimenta horrible que daba tanto miedo como el ladrido de los perros.
-¿Qué les
pasa a los perros?
-Señor,
presienten la muerte, la angustia que está viviendo su padre en su lecho de
muerte.
-¿Cómo va a
ser eso, si mi padre falleció hace treinta años?
De pronto,
se le cayó el libro de las manos. Fue
suficiente para despertarle. Todo había
sido un sueño.
Relato de misterio muy bien llevado
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