Al
encontrarse con aquel precipicio, el cuerpo de Raquel empezó a temblar. ¿Qué
hacía allí? ¿Cómo había llegado?. En medio de tantas preguntas y pensamientos,
de pronto recordó que era el día de su boda. ¡Qué cobarde era!. Javier estaría esperando en la iglesia. Al pensar en eso, el miedo se apoderó de
ella. ¿¡Cómo había podido tenerlo engañado más de ocho años!? pero… ¿cómo
hablarle de aquel terrible secreto? ¿cómo contarle que había participado en
aquel atraco?. Jamás se enteraría. En medio de aquella convicción, Raquel
escuchó una voz familiar a sus espaldas que le decía:
-Raquel,
vamos que llegarás tarde a tu boda…
Me encanta descubrir como vas enfrentándote a nuevos retos, haciéndolo francamente bien. Te aliento a seguir adelante para que nos sigas contando historias como esta.
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