Mi madre aseguraba que, haber tenido únicamente hijas, era
una bendición; las niñas, habitualmente,
tenían un carácter moldeable a placer, tanto en apariencia como en comportamiento.
Mi padre, sin embargo, aunque nos quería como a nadie, echaba
de menos tener con quien compartir algunos momentos propios de chicos.
Cuando mi hermana fue creciendo, exteriorizaba sus gustos por
jugar en compañía de los chicos, con coches y pistolas.
Ella comentaba constantemente que aquellos no eran
juegos “para una niña”, por lo que se
pasaba el tiempo intentando transformarla, ataviándola con vestidos y adornando
con lazos sus cabellos; también la saturaba de muñecas, a cada ocasión que una
fecha especial se lo permitía; muñecas que mi hermana jamás usó.
Él aplaudía cada manifestación de rebeldía que mi hermana
mostraba en su encauzamiento hacia la feminidad.
Así que yo decidí, a partir de entonces, arrinconar todas las
muñecas con las que, hasta ese momento, había jugado únicamente para complacer
a mi madre.
Me encanta este micro; cumple a la perfección con la ruptura de estereotipos que se pedía. Muy bien.
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