Tuvimos que liarnos,
aunque para ser exactos tendría que decir que quisimos liarnos, después de
pasar mucho tiempo negando lo evidente.
Fuimos compañeros de
trabajo y esa circunstancia, unida al hecho de que los dos teníamos pareja
estable, frenó nuestro impulso, pero… una mirada cómplice, el aire que deja
alguien cuando pasa a tu lado, o simplemente oír su nombre, despierta las
maripositas en tu estómago y las muy liantes insisten sin parar para que abras
la puerta y…¿cómo negarte?
Nunca tuvimos
hijos. Cuando decidimos liarnos la manta
a la cabeza y romper con los moldes establecidos, éramos mayores, aunque egoístamente
pensé que nos dedicaríamos el uno al otro, sin más.
Hoy cumplimos nuestro
treinta aniversario y nos visitan nuestros respectivos hijos, nietos y
bisnietos. ¡Soy muy feliz!
El amor marca las pautas casi siempre, así que terminamos dirigiendo nuestros pasos hacia donde él nos indica, afortunadamente.
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